¡¿MAIQUEL JOTA FOSS?!

Desde que ceno a diario con un italiano y la tele puesta de fondo noto hasta qué punto la realidad que padezco y disfruto a diario tiene un punto de absurdez casi histérica. Todo lo que antes yo consideraba mi cotidianeidad (es cotidianidad? en serio, deseo saberlo, me pasa lo mismo que con femineidad y feminidad; al final valen las dos y yo siempre me complico la vida y hablando es peor, porque tienes que doblar raro la lengua al poner demasiadas vocales y si no la doblas raro, al menos lo imaginas y la sugestión produce agujetas neuronales; así que cuando tengáis un rato me lo miráis, va?) ahora se ha convertido en una absurda charada.

Todo comenzó con Berto, ¡cómo no! cualquier pobre bendito que entre en esta casa será sometido al ritual de ver el programa, si el horario coincide, o a la proyección de una refinada selección de, al menos, tres o cuatro bertovisiones del año pasado y, a partir de ahí juzgar. Juzgar para ser juzgado, obviamente, no testo el valor de Berto si no la calidad del sentido del humor de la persona que se va a sentar en mi sofá. Esa parte la pasó. Si lo llego a saber le habría puesto El rey pescador para que me dijera que parece un telefilme, como dijeron mis exchurris(guerescos). Su valoración fue: «…este tío es guay!». Sólo llevaba una semana hablando castellano, así que no está mal, no juzguéis al juzgado juzgando al injuzgable. Cuando unos días después aseveré chulescamente – con el fin de sentar las bases de nuestra relación y que tuviera claro que me paso a los italianos guaperas por el forri de los culloni – que «y además Berto es el hombre más atractivo de la televisión en este país»; después de reirse durante al menos dos minutos cuarenta segundos sentenció: «Tú llevas mucho tiempo metida en casa.» y me miró con recelo.

Al cabo de varias jornadas coincidimos en la cocina a la hora del desayuno. Cogí mis tostadas untadas en margarina y las metí en el microondas para que ésta se deshiciera dejándolas jugosas y amarillas: «¿Qué estás fachendo?» «Caliento las tostadinas para que estén jugosis» (cuando hablo con extranjeros utilizo terminaciones absurdas inconscientemente, quizás sea una forma de rebeldía opositora inconsciente), «Non lo entiendo, ¿todos hacéis así en España? parece pan con pus.»

Ya no he vuelto a comerlas así.

Desde que era un comino comía los spaguetti después de haberlos sometido a un descarnado descuartizamiento sin ninguna clase de piedad. Hasta que no aparecían prácticamente triturados en mi plato no me los metía en la boca. Cuando el muchacho me vio hacerlo con su adorada carbonara me apartó el plato y dijo: «cada vez que pasas el cuchellio per el plato estai insultando todo lo que representto»; esto me hizo tanta risa que, como comprenderéis tuve que enroscar en mi tenedor toda aquella masa en forma de lombrices sin cebeza e ir metiéndomela en el estómago a mordiscos hasta que acabé con el bigote lleno de aceite y huevo batido en una perfecta regresión a la infancia con tropezones.

Otro día, comiendo mi maravillosa pizza al curry – un plato que sólo cocino para la gente a la que amo de veras y para los extras presentes de rebote – veíamos un canal de pago donde proyectaban varios trailers de próximos estrenos. Primero aquella horrible película sobre los caballeros de la mesa redonda, con Sean Connery, Julia Ormond y… «¿Richard Guere? ¿cómo que Richard Guere? No es esforzáis niente. Cazzo…» y, a continuación Regreso al futuro II «Maiquel JOTA Fox!!! mamma mia… Maiquel yei fox is from Cuenca or what?».

Y sí, me sentí ridícula. Cómo si hubiera dirigido a actores de doblaje durante toda mi vida obligándoles a pronunciar el inglés españolizándolo o fuese la responsable de haber incrustado en El príncipe de Bel Air coletillas de Chiquito de la Calzada o en Will y Grace chistes sobre Julián Muñoz. 

Pongan un extranjero puntilloso en su vida y aprenderán que nada tiene del todo sentido o, al menos, nada es tan serio como parecía. Por otro lado os aseguro que renovaréis por completo vuestra ropa interior de Hello Kitty por algo más propio de una Florinda Chico bulímica (una Florinda Chico bulímica sería Sophia Loren, ¿qué no lo véis?), comeréis siempre caliente (porque la pasta fría es basura), evitará que los salidos del barrio os espeten guarrerizas (españolas) convirtiéndose en su amigo platónico, criticará a vuestros amores mediáticos con un simple: «Ma… qué merito tiene leere un teleprontte?r» y, por supuesto, y esto ya es «marcar de chilena» (ya he visto a los Venga Monjas, Pabler ^^) conseguirá que nunca más os sintáis estúpidos diciendo en voz alta: Maika Yei Fox. Y eso, amigos míos, it hasn’t price, oiga.

«…we all scream for ice-cream!»